No, moría por ella...
La expresión de sus ojos me aniquilaba;
cientos de fotones surgían cegando la razón.
Y sus labios... Dulce veneno adormecedor de los sentidos.
Ahora, simplemente me ahogo en el
silencio de las palabras que rebosan del alma,
Y sus labios... Dulce veneno adormecedor de los sentidos.
Ahora, simplemente me ahogo en el
silencio de las palabras que rebosan del alma,
esa moribunda, fría y pálida sombra,
llena de dolor, y condenada por el
delito de recordar, mientras se
hunde en la soledad sin fin.
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