lunes, 30 de septiembre de 2013

Muerte

¿Y tú la querías?
No, moría por ella...
La expresión de sus ojos me aniquilaba;
cientos de fotones surgían cegando la razón.
Y sus labios... Dulce veneno adormecedor de los sentidos.
Ahora, simplemente me ahogo en el
silencio de las palabras que rebosan del alma,
esa moribunda, fría y pálida sombra,  
llena de dolor, y condenada por el 
delito de recordar, mientras se 
hunde en la soledad sin fin.

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